The Dangers of Playing Politics with Doral’s Budget

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The Dangers of Playing Politics with Doral’s Budget

Political tensions reached a breaking point during Doral’s second budget meeting, with Mayor Christi Fraga and her ally, Councilman Rafael Pineyro, at the center of the storm. Their decision to deny Vice Mayor Oscar Puig-Corve the ability to vote remotely on the city’s budget left the council deadlocked in a 2-2 tie, delaying approval of the next fiscal year’s budget until September 30.

What should have been a straightforward budget meeting has instead become a symbol of how political maneuvering can derail progress. Puig-Corve, who is currently in Japan, had requested to participate virtually. But Mayor Fraga, dismissing his trip as a vacation, refused his request. The use of technology for remote participation is commonplace today— there’s no good reason why the Vice Mayor should have been prevented from casting his vote. The only explanation left on the table is political vengeance.

With Councilman Pineyro firmly in the Mayor’s camp, this move effectively blocked the Vice Mayor from playing his part in one of the most crucial decisions a city council makes: approving the budget for its residence. Let’s be clear— this is not just a matter of policy or process. This is about control. Denying a dutifully elected Council Member the right to vote on something as essential as the budget reveals a power play that puts the interests of a select few above the well-being of Doral’s residents.

The outcome? A deadlocked council and a delayed budget. This kind of political posturing puts our city’s future at risk. The budget funds the services that residents depend on—public safety, infrastructure improvements, and community programs. Delaying the process threatens to disrupt city operations and leaves uncertainty hanging over every city department.

It’s not just about the numbers, either. The budget debate revealed deep divisions on the council. Councilwoman Maureen Porras pushed for staff salary increases and cuts to the Mayor’s office, questioning expenses like Fraga’s “podcast”. Porras, while making it abundantly clear that she was not going to budge on her proposals, was met with nothing but hostility and blasphemous accusations of political motivation from the incumbent Mayor Fraga. A very simple pattern to observe, a Mayor who simply accuses her colleagues on the dais of trying to score points rather than focus on the needs of the city and their constituencies— it doesn’t take much to see the evident self projection.

At the heart of this is Mayor Fraga’s reliance on Councilman Pineyro to back her every move, creating a two-person power bloc that makes collaboration difficult and ultimately impedes the governmental processes, entrusted by us as residents and voters, for our elected officials to execute. Instead of finding common ground, Fraga and Pineyro seem intent on shutting down dissenting voices like Vice Mayor Puig-Corve and Councilwoman Porras. The result? A city and its residents caught in the crossfire of a political struggle.

As residents, we should be deeply concerned. When political loyalty becomes more important than good governance, it’s the people who suffer. With the final budget meeting looming on September 30, the question is: Will Mayor Fraga and her ally Pineyro put the city’s needs above their own political games?

Doral deserves better. We need leaders who can collaborate, who can find consensus, and who prioritize the well-being of the community over personal power. Playing politics with the budget not only undermines the democratic process, it jeopardizes the future of our city. The people of Doral are watching— and they deserve more than political theatrics from their elected officials.

Los Peligros de Jugar a la Política con el Presupuesto de Doral

Las tensiones políticas llegaron a un punto crítico durante la segunda reunión sobre el presupuesto de Doral, con la Alcaldesa Christi Fraga y su aliado, el Concejal Rafael Pineyro, en el centro de la tormenta. Su decisión de negarle al Vicealcalde Oscar Puig-Corve la capacidad de votar de forma remota sobre el presupuesto de la ciudad, dejó al concejo estancado en un empate 2-2, retrasando hasta el 30 de septiembre la aprobación del presupuesto para el próximo año fiscal.

Lo que debería haber sido una reunión presupuestaria sencilla, se ha convertido en cambio en un símbolo de cómo las maniobras políticas pueden hacer descarrilar el progreso. Puig-Corve, quien se encuentra actualmente en Japón, había solicitado participar de forma virtual. Pero la alcaldesa Fraga, desestimando su viaje como unas vacaciones, rechazó su solicitud. El uso de la tecnología para la participación remota es algo común hoy en día: no hay ninguna buena razón por la que se le debiera haber impedido al vicealcalde emitir su voto. La única explicación que queda sobre la mesa es la venganza política.

Con el Concejal Pineyro firmemente posicionado en el bando de la alcaldesa, esta medida impidió efectivamente que el vicealcalde desempeñara su papel en una de las decisiones más cruciales que toma un concejo municipal: aprobar el presupuesto de la ciudad. Seamos claros: esto no es solo una cuestión de política o proceso. Se trata de control. Negarle a un miembro del concejo debidamente elegido el derecho a votar, sobre algo tan esencial como el presupuesto, revela una jugada de poder que pone los intereses de unos pocos seleccionados por encima del bienestar de los residentes de Doral.

¿El resultado? Un concejo estancado y un presupuesto retrasado. Este tipo de postura política pone en riesgo el futuro de nuestra ciudad. El presupuesto financia los servicios de los que dependen los residentes: seguridad pública, mejoras de infraestructura y programas comunitarios. Retrasar el proceso amenaza con interrumpir las operaciones de la ciudad y arroja incertidumbre sobre todos los departamentos de la municipalidad.

No se trata solo de números. El debate presupuestario reveló profundas divisiones en el concejo. La concejal Maureen Porras presionó para que se aumentaran los salarios del personal y se recortaran los de la oficina de la alcaldesa, cuestionando gastos como el “podcast” de Fraga. Porras, aunque dejó muy en claro que no iba a ceder en sus propuestas, se encontró con nada más que hostilidad y acusaciones blasfemas de motivación política por parte de la actual alcaldesa Fraga. Un patrón muy simple de observar, una alcaldesa que simplemente acusa a sus colegas en el estrado de tratar de sumar puntos en lugar de centrarse en las necesidades de la ciudad y sus electores; no hace falta mucho para ver la evidente auto proyección.

En el centro de esto está la dependencia de la Alcaldesa Fraga del Concejal Pineyro, para que respalde cada una de sus acciones, creando un bloque de poder de dos personas que dificulta la colaboración y, en última instancia, impide los procesos gubernamentales, confiados por nosotros como residentes y votantes, para que nuestros funcionarios electos los ejecuten. En lugar de encontrar puntos en común, Fraga y Pineyro parecen decididos a acallar las voces disidentes, como la del Vicealcalde Puig-Corve y la Concejal Porras. ¿El resultado? Una ciudad y sus habitantes atrapados en el fuego cruzado de una lucha política.

Como residentes, deberíamos estar profundamente preocupados. Cuando la lealtad política se vuelve más importante que la buena gobernanza, son las ciudadanos los que sufren. Con la reunión final del presupuesto acercándose el 30 de septiembre, la pregunta es: ¿Pondrán la alcaldesa Fraga y su aliado Pineyro las necesidades de la ciudad por encima de sus propios juegos políticos?

Doral se merece algo mejor. Necesitamos líderes que puedan colaborar, que puedan encontrar consensos y que prioricen el bienestar de la comunidad por sobre el poder personal. Hacer política con el presupuesto no solo socava el proceso democrático, sino que pone en peligro el futuro de nuestra ciudad. Los habitantes de Doral están observando y merecen más que teatralidades políticas de parte de sus funcionarios electos.